Arquitectura para el CDT de Torrevieja
¿No es asombroso que la arquitectura sobreviva a su función, que perviva más allá de su utilidad y de su época?
En Torrevieja se buscaba un Centro de Desarrollo Turístico (CDT) que tuviera una arquitectura con entidad propia capaz de interiorizar el proyecto y trascender su función, una arquitectura con la eficacia de una herramienta pero más allá de su utilidad. José María Torres-Nadal y Antonio Marquerie fueron los arquitectos elegidos.
Este CDT está en funcionamiento desde el 2005 y, como se pretendía, tiene una arquitectura comprometida con su contemporaneidad.
En cuanto a sus formas son evasivas, de suaves perfiles, quebradas y discontinuas eludiendo cualquier formalismo reductor. Las cuatro fachadas son diferentes y ninguna deducible a partir de las demás. La condición pública del edificio y su ubicación en la rotonda de una carretera nacional han propiciado la creación de dos fachadas representativas de estilos contrapuestos, la de la entrada al recinto y la de la carretera. Ésta última es de una elegante y sencilla contención en oposición a los grandes y aparatosos edificios comerciales de la rotonda. Es fácil de captar desde un vehículo en movimiento ya que sus ventanas altas y verticales se repiten con ritmo regular sobre un lucernario que refleja el continuo trasiego de la carretera. Se remata en un extremo con una estructura metálica que soporta la malla que cubre el edifico. La entrada al recinto, por el contrario, es compleja ya que los elementos que la componen poseen una cierta autonomía yuxtaponiéndose sin destacar unos sobre los otros. Esta entrada peatonal invita a descubrir poco a poco las mallas, la terraza acristalada, los quiebros en las líneas rectas, el redondeo de los ángulos y los huecos de cristal.
El garaje es otro elemento formalmente complejo y autónomo. Excavado para preservar la apariencia terrera del edificio, tiene dos aberturas estratégicamente situadas que le otorgan luz natural y ventilación. Una, en la parte posterior del edificio, es la de entrada de los vehículos y la otra, más pequeña y visualmente muy potente, es una abertura-respiradero situada en la zona ajardinada del acceso peatonal.
En cuanto a su función, el recinto acoge una escuela de formación y unos espacios de representación y reunión para las empresas del sector turístico. En la Vega Baja, como en el resto del litoral, la cesión de las tierras de cultivo a la construcción especialmente a las urbanizaciones ha alejado a la población de la agricultura, lo que ha degradado el paisaje y ha planteado graves problemas ecológicos pero no estamos en momentos de destrucción ciega y la necesidad de respetar la naturaleza y sus ecosistemas ya forma parte de nuestros propósitos incluso, como sabemos, favorece un turismo de mayor calidad. Esta nueva situación ha influido en la arquitectura del CDT de Torrevieja que formula la escuela como un lugar de reflexión y de conocimiento de las actividades tradicionales de la zona entre ellas la agricultura; para ello, el espacio que rodea el edificio se convierte en una huerta llena de semilleros, hortalizas, árboles frutales y plantas aromáticas haciendo posible que el conocimiento de la gastronomía se inicie en el conocimiento agrícola. Este jardín-huerto mediterráneo que recibe desde la verja al visitante y que suministra los productos agrícolas a la cocina, se presenta como señal de respeto y condición de sostenibilidad del centro.
El edificio también nos habla del entorno rural de esta comarca, de sus construcciones tradicionales de techo plano que aumentan módulo a módulo y que se transforman según las necesidades, habla de los invernaderos, edificaciones efímeras rememoradas en las mallas metálicas que cubren el edificio protegiéndolo térmicamente y proporcionándole una luz tamizada de mucha calidad, habla de la casa mediterránea que concentra la mirada hacia el horizonte interior, el patio. Hacia el patio, que aquí se abre a un lado por el que la huerta penetra en el edificio, es hacia donde se orientan los salones, algunas aulas y el comedor y, ya que sus muros son de cristal, la mirada se dirige sin obstáculos hacia las cuadrículas metálicas que Teresa Gali ha dispuesto como semilleros y que las mallas metálicas cubren parcialmente en homenaje a los viveros de la Vega Baja, ofreciendo un paisaje atento al presente.
Las aulas, salones, cocinas, despensas, la sala de repostería o la misma recepción exteriorizan sus necesidades internas y su distribución sigue un razonamiento exhaustivo. El auditorio, excavado en una suave pendiente logra la altura precisa del escenario sin necesidad de elevar el techo-lucernario de red cuadrangular. Un revestimiento de plástico a modo de piel envuelve el edificio aumentando su aspecto, ya de por sí, etéreo y aislándolo de las altas temperaturas exteriores. Cuando llueve, el agua arrastra la arena y el polvo depositados en la cubierta dibujando sobre este plástico tenues líneas verticales que recuerdan una pintura informalista. Un sistema de muros de cristal consigue aunar intimidad y transparencia.
Todo indica que estamos ante una arquitectura con entidad propia que, como la naturaleza, acoge procesos en continua transformación por lo tanto la utilidad que pedía el promotor está cumplida, la función satisfecha. Entonces… entonces empieza el más allá del proyecto.
En Torrevieja, el sol es potente y luminoso y se oculta muy pocos días al año pero la luz que irradia este sol no entra en todos los espacios del CDT por igual, a veces lo hace tamizada, otras diluida incluso, en determinados puntos, directamente con toda su fuerza diferenciando los espacios de encuentro de los de estudio o de los de paso. Se concibe como responsabilidad propia de la arquitectura el estudio “tecnológico” de la luz natural, una ecología de la luz capaz de producir la percepción y el conocimiento de la atmósfera y no sólo el del espacio distinguiéndose con ello de las apreciaciones que sobre este tema hizo la arquitectura en el Movimiento Moderno.
En el CDT se plantea una investigación arquitectónica sobre la luz natural paralela a la realizada sobre la luz artificial por artistas como Flavin o Turrell porque no se trata solamente de ahorrar consumo sino también de ampliar nuestro conocimiento y dar calidad a nuestro entorno, así la ecología de la luz no puede reducirse a economía energética ni a una cuestión medioambiental sin atender la capacidad compleja y múltiple de nuestra percepción.
En el hall y en el garaje, el claroscuro geometriza las formas, permite que los ojos se preparen o, por el contrario, descansen de la violenta luminosidad del sol y nos ofrece una sensación misteriosa y placentera que todos hemos experimentamos, la de ver en la sombra con más claridad que bajo la luz deslumbrante del sol. Las aulas, en cambio, reciben una suave y acuosa luz atmosférica casi azulada y a la terraza acristalada, donde fluyen animadamente las relaciones personales, le llega directa, pero filtrada, la luz solar. La búsqueda y el estudio de la luz natural se convierten en poética de la luz.
Como escuela de gastronomía, el CDT ofrece un menú de degustación al que cualquiera, con previo aviso, puede acceder.
Publicado en el suplemento de ARQUILETRAS del INFORMACION de Alicante 26-6-2008