Auto de fe (Pedro Berruguete, Museo del Prado) es una tabla,
encargo del Gran Inquisidor Tomás de Torquemada para la sede del
Tribunal de la Santa Inquisición. La pintura logra una fuerte carga
«propagandística». El mensaje era evidente y directo, por lo que podemos
apreciar que el condenado que va a subir a la hoguera, cuerda al
cuello, tiene pelo crespo y nariz aguileña, rasgos que señalaban a
judíos y a conversos.
Actualmente
Auto de fe pierde su primitiva función y se
convierte, por el contrario, en testimonio de crueles sucesos,
manifestando la despiadada actuación de la Inquisición española y su
violenta justicia.
Cómo llegué a convertir a un joven de belleza sublimada que espera su
ajusticiamiento al amanecer en un poeta rebelde combatiente por la causa
irlandesa todavía me lo pregunto, porque en realidad el joven Payne no
es un poeta, sino un confederado de Alabama que apuñaló al secretario de
Estado de los EUA dentro de la conspiración que acabó con la vida de
Lincoln.
Los jardines del antiguo hospital de la Santa Cruz son un espacio
amplio, lleno de árboles y parterres con flores. Durante el día están
abiertos a un variopinto público. En recovecos escondidos se bebe
barato, la droga corre en exceso y algunos duermevelan mientras sufren
los avatares de su mala fortuna. Naranjos, jacarandas y rosas blancas
silvestres de pétalos escasos en simetría con su entorno, frágiles
pétalos que se deshojan con una leve corriente de aire.
«Que la vida iba en serio» lo vislumbras brevemente en efímeros
instantes mucho antes de que te la juegues, como aquel domingo por la
tarde en que mis padres me dieron un dinero inesperado para ir a comprar
chucherías.
Una joven sostiene un armiño en un cuadro de Leonardo da Vinci. Es el
último armiño vivo en la historia del arte; desde entonces, los armiños
aparecen despellejados para la ostentación del poder. Como en los
cuentos, los lucen desaprensivos reyes Midas.
Les imatges recurrents (1ª sessió)