No sé si lograrán comer muchas lechugas, tomates o nísperos pero, desde luego, han conseguido hacer poesía en la calle. Han conseguido, además, ganarse una merecida tregua en la ardua conquista de un lugar donde vivir y que los vecinos vean, disfruten y se asombren de que de la dura roca amarilla donde se asienta Alicante nazca algo verde donde compartir la tarde.