"En los setenta y principios de los ochenta, Luis Claramunt vivió en el Barrio Chino de Barcelona. Le atraían muchas cosas de ese lugar: la noche bullía y se escuchaba muy buen flamenco. Muchos, como él, atravesaban la oscuridad buscando colores estridentes y olores agrios. Había alegría y fiesta pero también desesperación, injusticia y abandono. Sus Rostros, nunca retratos, ni casi nunca personales muestran el dolor de la vida contrariada que acepta, sin remisión, su destino.
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